8/6/07

medium otterness

2001-ODISEA EN BATTERY PARK
Estábamos todos los niños y niñas de la escuela paseando, aire fresco de verano, con tantita lluvia, justo lo necesario para sentirse bien. Iba caminando y recuerdo haberme sentido intranquilamente tranquila... perfectamente consiente de lo segura que me sentía y al mismo tiempo alterada por sentirme así, amenazada. Se me hacia cosa rara, entonces estaba callada y caminaba, no sabiendo bien en que ánimo instalarme. Los niños pendejos decían pendejadas, los no pendejos caminaban contentos un poco callados también. Vamos hacia Battery Park. Tarde soleada después de la lluvia, los niños oriundos jugando, los arboles, el agua... decidí instalarme en el ánimo positivo, hasta que casi sin querer me fui acercando a ver las esculturas del parque y todo cambió. Aparentemente parecían en perfecto orden con la tarde y el parque y el verano; ya estando cerca de ellas mi ánimo corrió a esconderse a la esquina opuesta y empecé a sentir como una sombra sutil me iba cubriendo poco a poco la vista, el corazón, las ideas, todo, con una capita de pánico. Lo ví muy claro, la aparente felicidad, los muertos de la misma, el gran animal.
La perversión irradiada por estas piezas, con la suficiente ironía como para no detectarla de entrada, sino todo lo contrario, como para dejarte llevar por sus pequeñas happy faces prácticamente me noqueó.
Ya no pude hablar m
ás.
Después de eso, algunos fuimos por unos tragos (no podía pensar ni hacer otra cosa); la obscuridad del lugar y la noche me ayudaron a perder de vista la sombra que me había caído encima. Me relaje, me deje llevar.
Un poco harta del lugar, salí a tomar un poco de aire y vi a los niños pendejos comiéndose un falafel al otro lado de la calle y decidí acompa
ñarlos. Ellos comían animadamente y entre mordida y mordida soltaban alguna pendejada, ahora al vendedor de falafel. El vendedor, acostumbrado a estas cosas respondía de manera seria, pero amable. Me hizo un guiño de complicidad al tiempo que me preguntaba de dónde era y con esto empezamos a platicar, acerca de lo que era su vida como sirio aquí, cómo sus hijos hablaban las dos lenguas sin problema y cómo estuvieran donde estuvieran siempre serian sirios. El habló de una manera educada, amable y dulce, soportando con imperturbable clase las miles de pendejadas que salían de los otros interlocutores junto con algún pedazo de falafel y de alguna manera escucharlo me hizo sentir tranquila una vez más, sin sombras y con esperanza.
Dormí como un ángel.
Salimos temprano al otro día, y ya en el metro rumbo a Queens nos enteramos junto con el pánico comunal que caían las torres. Los niños pendejos seguían durmiendo la cruda.

2 comentarios:

Exenio dijo...

Un poco de mi:

Ese día fatal (porque las muertes eso son, fatalidades) cumplía dos días del resto de poco más de tres meses de un estado de depresión casi inconsolable.

(suspiro)

Debo dar gracias por soportarme... AH!!! y por que cada día puedo despertar sin mayor preocupación que, en efecto, incurrir en la misma rutina (hasta ahora)

leslie dijo...

Exenio,
La depresión, es cosa que se dice mucho y nada que se pueda ignorar fácilmente. ¿Se vale mandarte algo de consuelo a posteriori?
Lo bueno de la rutina es que siempre se puede romper, entonces, no nos preocupemos!
un abrazo.